Frases verdaderas
Por: Andrea López
Han
pasado varios meses desde la última vez que pensé en él. Estoy sentada frente a la portátil con ganas
de escribir algo, solo una palabra, o muchas… Miro por la ventana, veo los árboles
sin hojas, por un minuto, o dos, o varias horas. La piel desnuda atrae a la
brisa fría, el invierno aún hace de las suyas, pero yo apenas llevo algo, apenas
cubro mis piernas, y mientras miro me pregunto si alguien me estará mirando.
Si, sé
que él está lejos, pero para mí siempre ha estado cerca, un déjà vu, un sentimiento
que resurge cada vez que duermo, y sueño, me estremezco, lo miro ahí, lo
siento, y me hace querer dormir para siempre, o soñar. A veces le cuento, a
veces deseo que vuelva a ser como solía, pero no debería hacerlo, quizás deba
dejarlo seguir. Me siento una vez más frente a la portátil, leo las pocas
palabras que he escrito, las borro, pocas veces me complacen, escribir me hace
vulnerable, nunca lo he hecho como se
debe.
Cierro
los ojos, basta de pensar, basta, me
digo. Voy a la cocina, me preparo una taza de café, nunca tomo café, pero hoy
lo necesito. Tengo tres días sin dormir, no quiero soñar, no con él. Soñar con él
es sentir su respiración, su olor tenue, oír su voz, soñar con él es existir, tener
una vida que no me pertenece. Abro la puerta del baño, giro la llave del agua
caliente, miro como el vapor recubre las paredes, entro en la tina, me acuesto,
cierro los ojos… Y lo veo.
Caminamos
juntos. Él está frente a mí, y yo un par de pasos más atrás, me señala el cielo,
sonrío, sé cuánto le gustan las estrellas. Abro los ojos, el agua casi se
desborda de la tina, no sé por cuanto tiempo dormí. Giro la llave, me visto y
me siento frente a la portátil, otra vez. Hemingway decía que para comenzar a
escribir algo hace falta redactar una frase verdadera, o varias. Pues vaya que funciona,
por lo visto es lo único que sé escribir.
Recuerdo
cuando hablamos por primera vez, lo adoré desde el primer momento, o lo amé, ya
no sabría explicar lo que sentí, o lo que siento. Me gusta creer que no se debe
desistir, ni siquiera ante lo imposible, ante lo que se quiere pero no se puede
tener, porque eso es lo que me motiva a crear, a escribir, o intentarlo, a
pintar, a bailar cuando estoy a solas, y pensar que algún día lo compartiré con
él, aunque quizás sea en otra vida.