Belleza 101
Hace un par de meses, cuando
se gestaba la idea que me llevó a escribir este artículo, buscaba en Google
investigaciones relacionadas con el hecho de cómo la sociedad en general está
obsesionada con la belleza, para mi sorpresa, la mayoría de los resultados
evidencian que actualmente tal obsesión tiene su epicentro en Latinoamérica,
haciendo gran énfasis Venezuela, región en la que el negocio de la belleza es
el sector más lucrativo del país (cirugía plástica, tratamientos estéticos,
salones de belleza), sólo por detrás de la industria petrolera.
Sí bien es cierto que los
nativos venezolanos estamos familiarizados con ello, son pocos los que nos
hemos detenido a analizar el efecto que esto ha tenido en nuestra cultura.
Desde que somos chicas nos someten al escrutinio de un “público” que añora la
perfección, la imagen idealizada de las tan aclamadas reinas de belleza y la
obligación de que todas cumplamos con los estándares físicos que esto conlleva,
teniendo que afrontar el hecho de que la imagen representada por la típica Miss
Venezuela (creada por el cubano Osmel Sousa, presidente del certamen) no es
precisamente la ejemplificación de la típica mujer venezolana. Tal factor ha
dejado a su paso generaciones completas de jóvenes inconformes con su
apariencia, quienes además de perseguir y/o hacer casi cualquier cosa por
adaptarse a ese estándar impuesto, se dedican a criticar o juzgar a todo el
resto de las mujeres que no se adapten al mismo.
De igual manera, en un país
donde la mayoría de los habitantes son mestizos o afro-descendientes, es usual
que la convivencia entre mujeres sea tan hostil que roce el racismo, y la “apropiación
cultural”. Osmel, respaldado por Gustavo Cisneros (responsable de
la difusión en los medios), se ha encargado de crear el molde al que son
sometidas las candidatas a la corona para acercarse lo más posible al ideal, asimismo
ha asegurado en el pasado que el Miss Venezuela no es concurso “natural” y que
para ser bella es necesario someterse a cirugías estéticas que lo permitan. Ese
estándar, según se analiza en un
artículo publicado por el International Business Times, emula
atributos físicos asociados a la mujer “blanca” y europea, características con
las que por naturaleza las venezolanas no cuentan, causando frustración y baja
autoestima.
La internacionalización de
los parámetros de belleza venezolanos ha llevado a la aún mayor masificación de
la “mujer ideal” latinoamericana, sin embargo, al analizar de manera filosófica
lo que es la belleza, inevitablemente nos enfrentamos al hecho de que la “mujer
ideal” no existe, pues según el planteamiento subjetivista la belleza de un
objeto depende de la apreciación que de este objeto haga el sujeto. Es decir,
depende de la valoración que le otorgue quien la aprecie. Por ende, la belleza
es una noción abstracta.
Es necesario añadir que la
búsqueda de la belleza ideal no es un asunto de la modernidad, pues a lo largo
de la historia han existido una gran variedad de métodos, técnicas e inclusive artefactos que
prometían alcanzar lo inalcanzable. La verdad es que varios de ellos parecen
sacados de una película de terror:
El Beauty Micrometer, desarrollado por Max Factor, se usaba para tomar
las dimensiones del rostro de la mujer y detectar hasta las más mínimas
imperfecciones, de manera que estas pudiesen ser corregidas con maquillaje.